El problema del agua en España - Se necesita una oferta mas eficiente y una reducción de la demanda
- Fran Moreda Ramirez
- 29 ago 2017
- 4 Min. de lectura

El agua es y ha sido siempre un recurso muy preciado e importante para el crecimiento económico de las diferentes economías del mundo. El caso español es buen ejemplo de ello, donde el agua se ha convertido en uno de los factores más determinantes del crecimiento de buena parte del territorio. La importancia de este recurso en nuestro país se debe, sobre todo, a los problemas ocasionados por la escasez de precipitaciones y su desequilibrada distribución espacial entre las distintas zonas del país. A estos problemas se suman también los derivados de su gestión, más de ámbito local, así como los efectos negativos ocasionados por problemas de ámbito general como el calentamiento global.
El primer paso para analizar la dotación de agua de un país es observar su nivel de precipitaciones. Aquí es donde empiezan los problemas. España se encuentra en los últimos puestos de la Unión Europea, con un nivel medio en torno a los 600mm/año, una cifra que no sólo es inferior a la de los países centro europeos, algo que en cierta medida sería comprensible, sino que también se encuentra por debajo de la de otros países mediterráneos como Italia o Portugal. Adicionalmente, el nivel de evapotranspiración, el agua devuelta a la atmósfera en forma de vapor, es elevado. El reducido nivel de precipitaciones, unido al elevado nivel de evapotranspiración, provoca que España cuente con la mitad de la escorrentía, o corrientes de agua por la superficie del territorio, de la media europea.
Otro problema deriva de que, además de ser escasos, estos recursos están mal distribuidos, tanto territorial como temporalmente. Así se observan niveles de precipitación superiores a los 700mm/año en el norte, cornisa cantábrica y Galicia. Niveles alrededor de los 250mm en el resto de las cuencas hasta bajar a menos de los 50mm en la cuenca del Segura, este último dato propio de zonas esteparias. A este desfase territorial, se suma el temporal. Así en lugares como la cuenca del Guadiana la relación entre el valor máximo y mínimo de las precipitaciones anuales puede llegar a treinta, dato muy elevado, mientras que en el cantábrico este dato se sitúa en torno al tres. Los datos elevados en esta relación lo que indican es que, llueve en muy pocas épocas del año, o en otras palabras, que en unas pocas épocas llueve, y en el resto hay sequía porque los niveles de precipitaciones se reducen enormemente. Sin embargo, en el norte los niveles se mantienen más o menos constantes durante todo el año, por lo que no existen épocas de gran sequía.
Hasta ahora nos hemos centrado en la “oferta” de agua, ahora analizaremos qué pasa con los consumos. Pues bien, aquí es donde encontramos otro problema grave. Se estima que sólo se puede satisfacer una tercera parte de la demanda (de los consumos) con el agua obtenida de forma natural. Este desfase entre demanda y oferta natural, es uno de los grandes problemas del agua en España. Este problema, además, no es algo nuevo, sino que ha existido históricamente, lo que ha llevado sobre todo en las últimas décadas a la construcción de presas para embalsar el agua sobrante de las épocas más lluviosas, así como a la explotación de las aguas subterráneas. Embalses y aguas subterráneas, unidos al régimen natural de lluvias, han sido las dos herramientas que han permitido a España disponer de unos recursos “suficientes”.
Sin embargo, el problema de la distribución espacial, no solo afecta a la oferta, sino también a la demanda. En las zonas del sur, y sobre todo en la cuenca del Segura, dónde ya hemos visto que las precipitaciones, es decir, la oferta de agua escasea, ha aumentado notablemente el consumo de este preciado recurso en las últimas décadas. Es decir, hay poca agua, pero aún encima, dónde menos hay también aumenta el consumo. El problema es más que evidente.
De todo lo anterior es de dónde se derivan sus problemas de gestión. Además de la escasez, lo que lleva a la construcción de embalses y otros métodos ya nombrados, la mala distribución tanto en términos de oferta como de demanda supone un gran reto. Y es que se deben encontrar soluciones a estos desfases, soluciones que pasarán principalmente por una buena gestión de los recursos disponibles y la adopción de decisiones eficientes y adecuadas a esta situación.
Existen dos vías de actuación para la solución de este desequilibrio. Una actuando por el lado de la oferta y otra por el lado de la demanda. Por el lado de la oferta, una de las opciones es la del trasvase. Continuando con el lado de la oferta, otra alternativa sería la de mejorar la oferta interna de estas cuencas mediante una mejora de la gestión y de la calidad del agua, esto es; construyendo desaladoras, aplicando sistemas de potabilización y reutilización, etc. Cabe resaltar, que estas soluciones orientadas a la oferta, son complementarias, es decir, deben ir unidas y ser compatibles con las soluciones aplicadas por el lado de la demanda, que se basan, principalmente, en una reducción de la misma. Esta reducción de la demanda puede conseguirse mediante la subida del precio del agua, que en España es relativamente reducido. Actualmente la situación está cambiando con la aparición de iniciativas para que el precio del agua refleje mejor su coste económico, y evitar por esta vía, el despilfarro.
Otros problemas que cabría citar son los ocasionados por la contaminación y por la sobreexplotación de los acuíferos, acciones ambas que provocan una gran pérdida en la calidad de las aguas.
Todos los problemas señalados y sus posibles soluciones muestran claramente que aunque la situación es desfavorable se puede mejorar mucho en cuanto a la gestión de este recurso tan importante. Es necesario mejorar, es necesario tomar medidas.
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